No recuerdo la última vez en que sonreí por desear ser el viento, ni menos por querer
pretender ser aquello que tanto cuesta. No recuerdo la última vez que permanecí
contemplando un adiós y con eso un beso de buenas noches… Ya no hace falta
recordar si los recuerdos son presentes.
Sé que cuesta entregar lo mucho de lo que carezco, sé lo
mucho que significa compartir los minutos que restan sólo para escucharte reír.
Si me preguntan qué es de mi vida, diría que sólo me dejo pasear por tus ojos,
que de alguna manera me tranquilizan, enséñame el arte de mirar la vida a
través de un caleidoscopio, enséñame a no declarar la culpa en mi contra, a ser
lo que no esperas que sea.
Me gustaría agotar la pena, el rencor y la ira, me gustaría
sumergir mi aliento en humos verdes para olvidar lo que me trajo hasta ti y
sólo lograr mirar hacia adelante desde aquel momento. Si rasguño lo que me queda
de orgullo, descubriría que nunca existió, si vivo mi edad sólo quedaría en
siete, si siento tus manos en mi pecho dejaría de intentarlo.
Ya van muchos sin aniquilar el bienestar, la resistencia
juega a mi favor por estos días, aunque no me imagino lo pedregoso que será el
camino cuando la tortura acabe. No te conozco, pero te quiero cada día más, aun
cuando las letras digan lo contrario; no comprendo qué fue lo que cambió y mucho
menos el por qué no me importa… Sólo sé que a tu lado dejo de existir y
comienzo a vivir.
No prometo más de lo que puedo entregar, pero siempre me han
gustado los desafíos.
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