sábado, 7 de enero de 2012


Si pudiera medir mi felicidad al ver el arte brillar en tu sonrisa, volarían las orcas y las estrellas serían nuestras enemigas. Tus pasos me llevan al viento, a la cuna del recuerdo tapizado en color.

Sutilmente inviertes aquello que suele estar errado para crear maravillas hechas de sal, la costa abriga nuestro pesar cuando espantamos sentimientos, reírnos de lo absurdo para permanecer en nuestro humo oculto. Hierba mestiza, dueña de estas caricias.

Te vas mientras me enseñas a jugar, miro al revés sin darme cuenta que es una despedida, regreso para mostrar lo que significa la vida cuando sigo muerta. El ejemplo corroe la memoria y con ella mi pesar… Me gusta morir, me gusta sufrir.

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